La fabada asturiana es mucho más que un simple plato; es un emblema de la gastronomía española y un símbolo de la rica cultura de Asturias. Este guiso contundente y sabroso, elaborado a base de fabes (alubias blancas), embutidos y carne de cerdo, evoca imágenes de paisajes montañosos, chimeneas humeantes y reuniones familiares en torno a la mesa. Para apreciar verdaderamente la fabada, es fundamental comprender su historia, sus ingredientes clave y el proceso de elaboración, que ha sido transmitido de generación en generación.
Aunque la leyenda popular la asocia a un origen humilde, como plato campesino, la historia de la fabada asturiana es más compleja. No existen registros precisos sobre su origen exacto, pero se cree que su desarrollo como plato definido tuvo lugar entre los siglos XVI y XVII. La disponibilidad de las fabes, llegadas de América, y la tradición chacinera de la región, fueron factores determinantes. Es importante entender que la fabada no surgió de un día para otro, sino que fue evolucionando a partir de preparaciones similares, adaptándose a los ingredientes y las costumbres locales. Inicialmente, se sugiere que la fabada era un plato consumido por las clases más acomodadas, debido al costo de los ingredientes, especialmente los embutidos. Con el tiempo, la fabada se popularizó y se convirtió en un plato accesible a todas las clases sociales, consolidándose como un elemento central de la identidad asturiana.
La calidad de los ingredientes es crucial para lograr una fabada asturiana auténtica y deliciosa. Cada ingrediente aporta un sabor y una textura únicos al guiso, y su equilibrio es fundamental. Alejarse de los ingredientes tradicionales o utilizar productos de baja calidad puede resultar en una fabada que no capture la esencia del plato original.
Las fabes son la alubia blanca característica de la fabada. Deben ser de excelente calidad, preferiblemente de la variedad "Granja Asturiana", reconocida por su piel fina, su textura mantecosa y su capacidad para absorber los sabores del caldo. Es fundamental utilizar fabes secas y ponerlas en remojo durante al menos 12 horas antes de la cocción para rehidratarlas y lograr una textura suave.
El compango es el conjunto de embutidos y carne de cerdo que dan sabor y sustancia a la fabada. Tradicionalmente, incluye:
La calidad del compango es tan importante como la de las fabes. Es preferible utilizar embutidos artesanales, elaborados con ingredientes naturales y siguiendo métodos tradicionales de curación.
Además de las fabes y el compango, la fabada asturiana también requiere otros ingredientes que contribuyen a su sabor y complejidad:
La elaboración de la fabada asturiana requiere tiempo y paciencia, pero el resultado final vale la pena. El proceso de cocción lenta permite que los sabores se mezclen y se desarrollen, creando un guiso rico y complejo.
Poner las fabes en remojo en agua fría durante al menos 12 horas. Durante el remojo, las fabes se rehidratan y liberan algunas sustancias que pueden dificultar la digestión.
Si el lacón está muy salado, ponerlo en remojo durante unas horas para eliminar el exceso de sal. Cortar el chorizo, la morcilla y la panceta en trozos grandes.
Escurrir las fabes y ponerlas en una olla grande. Cubrirlas con agua fría, añadir la cebolla entera pelada y el ajo entero sin pelar. Llevar a ebullición y luego reducir el fuego a bajo. Espumar la superficie para eliminar las impurezas.
Añadir el chorizo, la morcilla, la panceta y el lacón (si se utiliza) a la olla. Asegurarse de que todos los ingredientes estén cubiertos con agua. Cocinar a fuego muy lento durante al menos 3 horas, o hasta que las fabes estén tiernas. Es importante no remover la fabada durante la cocción para evitar que las fabes se rompan.
Durante la cocción, añadir un vaso de agua fría a la fabada cada hora. Este proceso, conocido como "asustado", ayuda a romper el hervor y a que las fabes suelten su almidón, espesando el caldo.
Una vez que las fabes estén tiernas, retirar la cebolla y el ajo. Probar el caldo y ajustar la sal si es necesario. Añadir el pimentón dulce y picante al gusto. Si se utiliza azafrán, tostarlo ligeramente en una sartén seca y añadirlo a la fabada.
Dejar reposar la fabada durante al menos una hora antes de servir. Esto permite que los sabores se asienten y se mezclen. Servir la fabada caliente, acompañada de pan de hogaza.
Si bien la receta tradicional de la fabada asturiana es un tesoro culinario, existen algunas variaciones regionales y adaptaciones modernas que vale la pena explorar. En algunas zonas de Asturias, se añade tocino fresco a la fabada, mientras que en otras se utiliza hueso de jamón para darle más sabor al caldo. También existen versiones vegetarianas de la fabada, en las que se sustituye el compango por verduras y setas.
Las adaptaciones modernas de la fabada suelen centrarse en la reducción de la grasa y el tiempo de cocción. Algunas recetas utilizan caldo de pollo en lugar de agua para acelerar el proceso, mientras que otras sustituyen la panceta por tocino magro. Sin embargo, es importante recordar que estas adaptaciones pueden alterar el sabor y la textura del plato original.
Aquí hay algunos consejos adicionales para asegurarte de que tu fabada asturiana sea un éxito:
La fabada asturiana es mucho más que una simple receta; es un símbolo de la identidad asturiana, una expresión de su cultura y una representación de su historia. La elaboración y el consumo de la fabada son rituales que se transmiten de generación en generación, fortaleciendo los lazos familiares y comunitarios. La fabada es una oportunidad para compartir, celebrar y mantener viva la tradición.
El Concurso La Mejor Fabada del Mundo, mencionado en la información inicial, es un claro ejemplo de la importancia cultural de este plato. Este evento anual reúne a cocineros de toda España y del extranjero para competir por el título de la mejor fabada, promoviendo la gastronomía asturiana y fomentando el intercambio de conocimientos y técnicas culinarias.
En definitiva, la fabada asturiana es un plato que merece ser apreciado y disfrutado en toda su complejidad. Desde sus humildes orígenes hasta su estatus como icono gastronómico, la fabada representa la riqueza y la diversidad de la cocina española, un legado cultural que debemos preservar y proteger.
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